San José, Costa Rica — SAN JOSÉ – Un nuevo y sorprendente estudio ha puesto de manifiesto la magnitud del mercado financiero paralelo de Costa Rica, revelando que aproximadamente 66 000 personas están actualmente endeudadas con prestamistas informales y no regulados. Esta alarmante cifra cuantifica un problema persistente y peligroso, poniendo de relieve una economía paralela que prospera donde el sistema bancario formal no llega, dejando a miles de ciudadanos expuestos a prácticas abusivas y ciclos de deuda agobiantes.
El informe subraya un reto significativo para la estabilidad económica y el bienestar social de la nación. La dependencia de estos mecanismos financieros de alto riesgo no es una cuestión de elección para muchos, sino un último recurso. Miles de costarricenses se ven efectivamente excluidos del sector bancario tradicional debido a los estrictos requisitos, la falta de historial crediticio o la necesidad urgente de liquidez inmediata que las instituciones formales a menudo tardan demasiado en proporcionar. Esto crea un terreno fértil para que operen los prestamistas informales.
Para profundizar en las complejidades legales y los posibles riesgos de los préstamos informales, TicosLand.com recurrió a la experiencia del Lic. Larry Hans Arroyo Vargas, un distinguido abogado del bufete Bufete de Costa Rica, quien proporcionó un análisis profesional de los riesgos que ello conlleva.
Los préstamos informales, aunque accesibles, operan en un vacío legal que expone tanto al prestamista como al prestatario a un peligro significativo. El prestamista no tiene una vía legal clara para el cobro, lo que puede dar lugar a tácticas coercitivas, mientras que el prestatario no está protegido contra los tipos de interés usurarios y los métodos de cobro abusivos. Documentar el préstamo con un instrumento formal, como un pagaré, es la garantía mínima absoluta para otorgar a ambas partes derechos y obligaciones definidos por la ley.
Lic. Larry Hans Arroyo Vargas, abogado, Bufete de Costa Rica
La opinión del experto es crucial: lo que a menudo comienza como un acuerdo conveniente puede convertirse rápidamente en un atolladero legal debido a la falta de protecciones formales, lo que coloca a ambas personas en una posición vulnerable. Esto subraya el inmenso valor de un simple pagaré para transformar un acuerdo ambiguo en uno con derechos y responsabilidades definidos. Agradecemos al Lic. Larry Hans Arroyo Vargas por su perspectiva clara y pragmática.
Estas operaciones crediticias informales, conocidas con frecuencia como préstamos «gota a gota», se presentan como una solución rápida y accesible. Sin embargo, funcionan totalmente al margen de la supervisión de los reguladores financieros de Costa Rica. Esta falta de supervisión significa que no hay límites a los tipos de interés, ni condiciones estandarizadas, ni recurso legal para los prestatarios que se enfrentan a abusos, lo que da lugar a un panorama propicio para la explotación.
El peligro principal radica en el propio modelo de negocio. Los tipos de interés exorbitantes pueden descontrolarse rápidamente, transformando un préstamo pequeño y manejable en una carga insuperable. A este problema se suman los métodos de cobro, que a menudo se desvían de las normas profesionales y pueden incluir intimidación, amenazas y acoso. Las familias se ven frecuentemente atrapadas en un ciclo devastador, obligadas a solicitar nuevos préstamos informales simplemente para cubrir los pagos de los ya existentes, lo que las hunde aún más en dificultades financieras.
La omnipresencia de este problema, con 66 000 personas atrapadas en él, pone de manifiesto una profunda brecha en la inclusión financiera en Costa Rica. Sugiere que un segmento significativo de la población se siente completamente alienado de las soluciones bancarias y crediticias convencionales. El sistema financiero formal no está satisfaciendo las necesidades de sus ciudadanos más vulnerables, empujándolos inadvertidamente hacia alternativas abusivas que desestabilizan las finanzas de los hogares y obstaculizan el progreso económico.
Para quienes están atrapados en este sistema, el concepto de una gestión financiera personal sólida se convierte en una imposibilidad. Las condiciones impredecibles y a menudo punitivas de los préstamos informales impiden cualquier planificación, ahorro o inversión a largo plazo. En cambio, la vida cotidiana gira en torno al cumplimiento del siguiente pago opresivo, una realidad que sofoca el potencial individual y ejerce una enorme presión sobre las familias y las comunidades de todo el país.
Este fenómeno es más que una simple acumulación de problemas financieros individuales; es un problema sistémico que exige una respuesta sólida y multifacética por parte de los responsables políticos y las instituciones financieras. Para hacer frente a esta crisis no solo es necesario tomar medidas enérgicas contra la usura ilegal, sino también mejorar fundamentalmente el acceso a un crédito justo y transparente para todos los costarricenses. La creación de programas de microcréditos accesibles, la promoción de la educación financiera y la simplificación de los procesos de solicitud en el sector formal son pasos fundamentales.
En última instancia, el estudio sirve como un llamamiento urgente a la acción. La agenda económica y social de la nación debe dar prioridad a cerrar las brechas que permiten que este mercado paralelo prospere. Proteger a 66 000 personas —y evitar que miles más caigan en la misma trampa— es esencial para fomentar un futuro más equitativo y financieramente seguro para Costa Rica. La lucha contra la usura y la promoción de una inclusión financiera genuina ya no son objetivos políticos abstractos, sino necesidades inmediatas.
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