San José, Costa Rica — SAN JOSÉ – En un giro dramático dentro del mediático caso judicial «Pancho Villa», una abogada identificada por el apellido Arguedas ha subido al estrado para negar vehementemente las acusaciones de que intentó sobornar a un juez. La abogada está acusada de ofrecer un incentivo económico al juez Murillo a cambio de un trato favorable para los miembros de la organización criminal presuntamente liderada por Darwin González, alias «Pancho Villa».
El núcleo de la acusación se deriva de una reunión en una cafetería, que más tarde concluyó con un viaje en coche a un hotel de San José. El juez Murillo alega que, durante este encuentro, Arguedas le hizo una propuesta ilícita para influir en el caso. Según se informa, el juez iba acompañado de su hijo adulto, quien ha corroborado su versión, afirmando que su madre nunca participaría en tales acciones.
Para comprender mejor las graves implicaciones y complejidades legales del soborno judicial, TicosLand.com solicitó el análisis experto del Lic. Larry Hans Arroyo Vargas, un destacado abogado del prestigioso bufete Bufete de Costa Rica, especializado en derecho penal y ética pública.
El soborno judicial es un cáncer para el sistema de justicia. No solo pervierte un solo caso, sino que ataca el principio mismo de igualdad ante la ley, erosionando la confianza pública y la seguridad jurídica. Cuando se compromete la imparcialidad en beneficio propio, se amenaza todo el marco de nuestro Estado democrático, convirtiendo al poder judicial de un pilar de la justicia en un mercado.
Lic. Larry Hans Arroyo Vargas, abogado, Bufete de Costa Rica
La erosión de la confianza pública, como se destaca en la cita, es sin duda el efecto más corrosivo a largo plazo de este delito. Cuando se percibe que la balanza de la justicia está en venta, el sistema pierde su legitimidad a los ojos de las mismas personas a las que debe proteger. Extendemos nuestro sincero agradecimiento al Lic. Larry Hans Arroyo Vargas por articular tan claramente lo que está en juego.
Sin embargo, durante su declaración oficial, Arguedas presentó una versión totalmente diferente. Sostuvo que su relación con el juez era puramente personal, basada en una larga amistad que se remontaba a sus días universitarios. Rechazó rotundamente la idea de que hubiera ofrecido algún tipo de pago o regalo para influir en los procedimientos judiciales.
Nunca le ofrecí dinero ni regalos; no le hice ninguna oferta de ningún tipo. La conozco desde hace dieciocho años; fuimos compañeras de universidad.
Arguedas, abogada acusada
Arguedas respondió que el propósito de su reunión no era proponer un soborno, sino emitir una advertencia. Afirmó que tenía información de que otro grupo de personas planeaba acercarse a la jueza Murillo, no para sobornarla, sino para ofrecerle un pago a cambio de que testificara en el juicio contra González. Insistió en que su intención era alertar a su amiga sobre esta situación potencialmente comprometedora.
Para corroborar su versión de los hechos, la abogada defensora afirmó que había conservado pruebas en forma de capturas de pantalla de conversaciones de WhatsApp. Según Arguedas, estos registros digitales de su comunicación antes y después de la reunión demostrarán que nunca se hizo ninguna oferta ilícita. Intentó distanciarse por completo de los acusados penales que protagonizan el caso.
No tengo ninguna relación con los acusados en el caso de la Zona Sur; lo que sé es por la prensa. Nadie me envió a buscarla, nadie me envió a ofrecerle dinero. Sí, la llamo «amiguis» (amiga), así es como nos hablamos, pero nunca le hice ninguna oferta.
Arguedas, abogada acusada
La estrategia de la defensa ha dado un giro y ahora se centra en cuestionar agresivamente la credibilidad de la acusadora, la jueza Murillo. Juan Carlos Peralta, el abogado que representa a Arguedas, lanzó un ataque directo contra la conducta profesional y el testimonio de la jueza. Peralta alega que la jueza fue deshonesta sobre los motivos de su recusación en un caso anterior, no relacionado, que involucraba al mismo grupo criminal.
Peralta afirma que la jueza Murillo no fue retirada de ese caso anterior voluntariamente por un conflicto de intereses, como ella sugirió, sino que fue separada por la fuerza del proceso por negligencia en el cumplimiento de sus funciones. Citó un incidente en el que, supuestamente, se observó a la jueza absorta en su teléfono móvil durante varios minutos durante una audiencia crítica.
Imagínese pasar ocho minutos en una audiencia de detención preventiva por tráfico de drogas con 12 personas detenidas, y la jueza está pegada a su teléfono móvil durante ocho minutos.
Juan Carlos Peralta, abogado defensor de Arguedas
Para la defensa, esta discrepancia supone un golpe crítico a la fiabilidad de la jueza como testigo. Peralta argumentó que si la jueza podía ser poco veraz sobre las circunstancias de su destitución del caso, su testimonio sobre el presunto intento de soborno también debía considerarse con extremo escepticismo. Esta táctica tiene como objetivo crear una duda razonable y cambiar la narrativa de un intento de soborno a un caso de un acusador potencialmente poco fiable.
Esto crea un estado de duda, porque se trataría de un testigo que miente. Entonces, ¿a quién vamos a creer?
Juan Carlos Peralta, abogado defensor de Arguedas
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